Cinco cosas que aprendí de «Lo que el viento se llevó»

-La tierra es lo único que perdura. Le dice el padre a Escarlata, justo al principio:

«Pretendes decirme Katie Escarlata O’Hara que la tierra no significa nada para ti? La tierra es lo único que vale la pena de trabajar, de luchar, y hasta de morir por ella, porque es la única cosa que perdura».

¿Hace falta explicarlo? Es lo único que permanece. Nosotros vamos y venimos, pero nuestra esencia reside ahí. Estemos fuera el tiempo que estemos, en algún momento necesitaremos volver, y la tierra seguirá ahí.

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-La procrastinación no es mala.

«Ahora no puedo pensar en ello, me volvería loca si lo hiciera. ¡Ya lo pensaré mañana!».

Justamente eso es procrastinar: dejar las cosas para más tarde. La mayoría de gente pensará que es una locura. Los verdaderamente procrastinadores sabemos que si algo no se puede hacer ahora, es mejor no hacerlo y ponerse con otra cosa. Hay quien lo ve como aplazar el trabajo y no hacer nada, y quien lo ve como hacer muchísimas cosas en lugar de una sola.

-El síndrome de Ashley Wilkes sí lo es. Es un terrible síndrome que detecté al leer el libro, donde se ve mucho más claro que en la película. Otro día profundizaré más en él, pero básicamente es esa película romántica que a veces nos montamos en la cabeza y que sólo existe en nuestra mente. Le dice el padre a Escarlata:

«¿Acaso te has puesto en evidencia persiguiendo a un hombre que ni siquiera está enamorado de ti?».

Pero ella no lo cree así. Ella está convencida, y así lo repite una y otra vez durante años, de que Ashley Wilkes está enamorado de ella, y que así se lo hizo saber en una ocasión. En la película, en cierto momento ve que no, que eso no pasó. En el libro va más allá, y además se da cuenta de que el Ashley del que ella está enamorada ni siquiera existe, sino que es un conjunto de atributos que ella ha otorgado a una persona que le resultaba cercana. ¿A quién no le ha pasado? Terrorífico.

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-A veces, machacarnos con un tema negativo nos aparta de lo realmente importante. Esto lo aprendí del libro. Es un libro que trata de desamores, de guerra, de muerte, de la caída de una sociedad y un modo de vida… Sin embargo, una de las cosas que más me impactó fue una escena que tiene lugar en la casa familiar de los Hamilton, en Atlanta, durante una fiesta. Escarlata y Rhett están sentados al piano, dispuestos a cantar algo alegre. Empiezan una canción… y se dan cuenta de que trata sobre la guerra. Empiezan otra… y ven que va sobre un amor perdido a causa de la guerra. Y otra, y otra… Entonces se dan cuenta de que la guerra ha eclipsado todo, se ha apoderado de todos los temas de conversación, es causa y fin de todo, incluso de las canciones. ¿Cuándo fue la última vez que tuvisteis una conversación en la que no aparecía la palabra «crisis»?

-Hay que hacer lo que hay que hacer. Escarlata viaja en carro esquivando a los yankis  desde Atlanta, con una criada tonta, y haciéndose cargo de la mujer y el hijo recién nacido del hombre que ama. Al llegar se encuentra su casa desvalijada, sus hermanas enfermas, su padre loco, y su madre muerta unas horas antes. Hambrienta y sobrepasada por la situación, coge un rábano picante (lo único que queda en el huerto), le pega un mordisco y dice:

«¡A Dios pongo por testigo! ¡A Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme! Viviré por encima de todo esto y, cuando haya terminado, nunca volveré a saber lo que es hambre; no, ni yo ni ninguno de los míos, aunque tenga que estafar, que ser ladrona o asesinar. ¡A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre!».

A lo largo de toda la película, y aún más en el libro, todo el mundo le echa en cara a Escarlata su egoísmo y su orgullo, y que engañe a algunas personas para conseguir lo que necesita. Sin embargo, es la única que se mata a trabajar por los demás, que se sacrifica por los otros y que, a pesar de quejarse, y mucho, hace todo lo necesario para sacar adelante a una patulea de familiares y amigos que no hacen más que criticarla.

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