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Gente tóxica vs gente alérgena

toxina.
(Del gr. τοξικόν, veneno).
1. f. Biol. Veneno producido por organismos vivos.

Es bastante común oir a la gente quejarse de las personas tóxicas. Las hay por todas partes, así que tarde o temprano acabaremos coincidiendo con alguna. Son personas que te perjudican, ya sea con sus actos o sus palabras. Pueden causar serios problemas físicos o mentales, que abarcan un amplio abanico desde estrés, ansiedad, locura transitoria o peligrosas fantasías con la idea del asesinato (de ellas) o el suicidio (de ellas también, pero ayudando tú).
Es difícil elaborar un perfil debido a la inmensidad de formas que tienen de manifestarse, pero sabemos que se corresponden sobre todo con: violentos, envidiosos, pesimistas, cotillas (de los que buscan hacer daño), tontos, trepas… A pesar de su variedad, tienen tres puntos en común:
-hacen daño
-tarde o temprano te das cuenta de que te hacen daño
-quieres alejarte de ellos a toda costa (y como tú, el resto de gente con características similares a ti)

En cambio, tras un exhaustivo estudio empírico, puedo decir que me encuentro en condiciones de afirmar que hay otro tipo de personas que, si bien no parecen tóxicas, pueden causar los mismos o incluso mayores estragos: las personas alérgenas.

alérgeno.
(De alergia y ‒́geno).
1. m. Sustancia que, al introducirse en el organismo, lo sensibiliza para la aparición de los fenómenos de la alergia.

alergia.
(Del gr. ἄλλος, otro, y ἔργον, trabajo).
1. f. Biol. Conjunto de fenómenos de carácter respiratorio, nervioso o eruptivo, producidos por la absorción de ciertas sustancias que dan al organismo una sensibilidad especial ante una nueva acción de tales sustancias aun en cantidades mínimas.
2. f. Sensibilidad extremada y contraria respecto a ciertos temas, personas o cosas.

 

Las personas y cosas tóxicas acaban generándonos rechazo. Aunque al principio pudiera haber existido una atracción (como una seta roja con puntos blancos), al final nuestro organismo nos envía señales indicando que hay que huir.
Por el contrario, un alérgeno es bien recibido, nos atrae, difícilmente podemos detectar su toxicidad para nosotros e, incluso una vez detectada, ésta no disminuirá el grado de atracción. Por ejemplo, un alérgico al chocolate que daría cualquier cosa por comerse una tableta, estaría en una situación de peligro constante, pues aunque sabe que consumirlo le puede hacer mucho daño, su deseo de comer chocolate hará que lo intente comer una y otra vez. Igual le pasa a un alérgico al pelo de los gatos que prefiere vacunarse una y otra vez antes que renunciar a su mascota. En este caso se produce algo llamado disonancia cognitiva que, simplificado al máximo, quiere decir que una parte de ti sabe que algo está mal, o que te hace daño, mientras tratas por todos los medios justificar tus actos. Los fumadores, por ejemplo, suelen ser muy propensos a sufrir estas disonancias.

¿Dónde quiero llegar? Llevad cuidado con estas personas. Las adoraréis. Si la adoración fuera correspondida, sentiríais una plenitud y una felicidad extrema. Si no lo es, os esperan los efectos de estar en contacto con gente tóxica, pero multiplicados por mil y sumando otros, o sea, estrés, ansiedad, locura transitoria, tristeza, desazón, ataques de melancolía, inseguridad, distorsión de la realidad, reducción drástica de la autoestima…

En definitiva, muchísimo cuidado con ellos. Las cajas de cereales llevan un cartelito rojo para avisarnos de los alérgenos, las personas no.

 

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