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Las 9 cosas de la vida que sólo valoras si tienes que llevar gafas

Hay algunas personas que piensan que llevar gafas es algo así como guay. En serio, los he visto, y llevan gafas sin gristales o sin graduar, sólo por el hecho de ponerse gafas. Vamos, es como si me diera por colocarme un sonotone o unos brackets porque ahora los hacen de colores.
En fin, hay ciertas acciones y situaciones cotidianas que son más complicadas para la gente con gafas, y que hacen que llevarlas pierda el encanto. Si nunca las has tenido que llevar, o te las pones sólo por gusto (porque eres tonto de remate), nunca habrás valorado la normalidad con la que haces estas cosas.

  1. Lavarse la cara. Nunca necesitarás tanto refrescarte la cara como cuando no puedas hacerlo. Las mujeres tienen bastante experiencia con este problema por aquello del maquillaje, y si además le sumas unas gafas es como para llorar. Quítate las gafas, échate agua, busca a tientas algo con lo que secarte las manos (para no llenar de agua los cristales), busca a tientas las gafas. Dentro de esta categoría podríamos incluir “tocarse la cara”. Puede parecer ridículo, pero hay veces en las que necesitas un acceso rápido a tu cara, especialmente a los ojos. Llevar unas gafas no te protege de polvo, agua, pelusas, pestañas y todo eso que se nos mete en los ojos, sino que dificulta bastante limpiarnos a tiempo.
  2. Las gafas deslizantes. Es una verdad universalmente aceptada que cuando no puedas utilizar las manos te harán falta (sobre todo si acabas de pintarte las uñas, pero ese es otro tema). Pues bien, imagínate algo grande y pesado en las manos, tan grande y pesado que hace que unas pequeñas gotas de sudor empiecen a aparecer en tu cara. Si añades unas gafas de pasta, de esas que están tan de moda, tienes unas gafas deslizantes. Recordemos que tienes las manos ocupadas. La cabeza de la persona con gafas empezará a restregarse contra cualquier cosa para tratar de devolverlas a su sitio antes de que se escurran hasta la punta de la nariz: antebrazos, hombros, espaldas de otra gente…
  3. Eres ciego en la playa. Mientras estás bajo la sombrilla todo va bien, pero en cuanto decides meterte al agua firmas un pacto con el karma, el destino, el ángel de la guarda, Dios o lo que sea, para que te proteja. A partir de ese momento eres un ciego torpe andando vacilante entre piedras, cristales, castillos con foso, medusas, cangrejos o cualquier cosa que te quiera atacar. Eso, sin contar con esa gente a la que saludas y en realidad no conoces, y todos esos que sí conoces pero no saludas. Además, es una pena perderse las cosas bonitas cuando buceas, como los bancos de peces, que sólo son destellos borrosos en agua borrosa. Y cuando salgas del agua, encuentra tu sombrilla, que esa es otra.
  4. Deportes de equipo vs. seguridad. Es otra verdad universalmente aceptada que si llevas gafas, todos los golpes van a las gafas y, por ende, a tu nariz. Así que llega un momento en la vida en el que tienes que elegir entre arriesgarte y llevar gafas para hacer deporte (normalmente con un peligroso balón), o quitártelas y jugar sin ellas. Esta opción conlleva el abandono del deporte, porque cuando no ves, nadie te coge en su equipo y al final nunca juegas.
  5. Son algo duro y nada flexible pegado a la cara. Ese gran placer de la vida que es tirarse en el sofá a ver la tele hasta quedarse dormido. O tirarse en la cama a leer o jugar a la consola, o ver el móvil (o cualquier cosa que requiera ver), hasta quedarse dormido. Todo eso desaparece, porque siempre tienes algo pegado que no se dobla (y si se dobla, malo), y que no te deja acostarte de lado. Pero es que si llevas lentillas ¡es peor! Es otra verdad universalmente aceptada que si te estás quedando dormido y te levantas a quitarte las lentillas (o ponerte el pijama) te espabilas. ¿Verdad?
  6. Las atracciones de feria son un sufrimiento gratuito. Y por gratuito no me refiero a gratis, sino que “pa qué”. Quiero decir, si mezclamos lo malo de quitarse las gafas en la playa, y la necesidad de quitárselas para los deportes, tenemos el problema de las gafas en ferias y parques de atracciones. Si en la montaña rusa te las tienes que quitar, ¿para qué vas a montarte? Total, no vas a recibir nada bueno mientras que multiplicas lo negativo; o sea, que no ves nada desde lo alto del ave fénix, el gran hotel o como se llame, y vas a salir vomitando hasta por las orejas del mareo que te va a dar.
  7. No eres interesante. No. Ni hipster, ni culto, ni serio, ni nada. Como siempre llevas gafas, nunca disfrutarás del halo de fascinación que genera la gente que no las lleva y un día de pronto aparece con ellas. “Uaaaaaaaaau, qué aire de intelectual tienes”, es una frase que nunca escucharás dirigida hacia tu persona.
  8. Las gafas y la lluvia. ¿Sabes esa barrita que llevan los coches para limpiar el cristal cuando llueve? Las gafas no la tienen. Así que desde la primera gota de lluvia hasta la última, todas, absolutamente todas, irán a parar a tus gafas. Bueno, no todas; si pensabas que porque tus cristales reciban agua iban a evitar de alguna manera que ésta cayera también en tus ojos, estabas equivocado.
  9. Las gafas y la ducha. En la ducha pasa lo mismo que bajo la lluvia, solo que multiplicado. El problema se soluciona quitándotelas porque, total, ¿para qué? Pero sí hay un para qué, y es por ejemplo, no acabar echándote suavizante por todo el cuerpo, champú en los brazos, o vete a saber qué. Aunque eso se soluciona dejando cada cosa en su sitio o aprendiéndote los colores de las botellas. Pero piénsalo bien: ¿qué otra cosa haces en la ducha y que requiere una maquinilla de afeitar? Cuchillas y ceguera es una mala combinación.

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Cinco razones por las que las redes sociales de Internet te están arruinando la vida

Las redes sociales de internet están muy bien, para qué negarlo. Sirven para presumir, cotillear y… Bueno, seguro que para algo más. Pero mientras reparten esas bondades, también hacen estragos en nuestra felicidad personal. A continuación verás las cinco principales razones por las que te afectan negativamente. Seguramente te muevas en torno a los 200 amigos en Facebook, sigas a unos 300 en Twitter y alrededor de 80 en Instagram, así que recibes retazos de la vida social de demasiada gente, lo que hace que tengas una percepción un pelín alterada de la verdadera realidad, y que alguna vez hayas sentido algo de esto:
-Todo el mundo tiene más logros que tú: véase bodas, graduaciones, hijos, nuevos empleos, apartamentos, viajes, másters… Antes tú presenciabas estos acontecimientos y te alegrabas por tus amigos. En cambio, ahora ves esa fotografía de gente triunfadora y feliz (que no ha contado contigo porque ellos no son tus amigos sino conocidos de los primos de uno que iba a tu clase, que una vez coincidisteis en no sé dónde y os etiquetaron en la misma foto y entonces os agregásteis al face). Y encima lo haces justo en ese momento en el que estás súper aburrido y no tienes nada mejor que hacer con tu vida que coger tu teléfono y cotillear rastreramente el facebook de gente con la que ya no te tratas. Y claro, duele.
– Todo el mundo tiene más amigos que tú, y un grupo de íntimos más afianzado: no necesariamente; la mayoría de los que ves es gente con la que se encuentra por la calle y de pronto siente la necesidad de hacerse una foto y subirla para que todos vean que conoce a gente y no piensen que lleva más de diez minutos andando por la calle solo. ¡Solo! ¿Dónde se ha visto un comportamiento tan antisocial? Seguramente no se habrán visto en años ni lo volverán a hacer. De hecho, si se quedaran solos durante diez minutos, uno de los dos se suicidaría para darle al otro un tema de conversación (por lo menos tres tweets encadenados #EstáPasandoloEstásViendo). En cuanto a los grupos, si te fijas, verás que no siempre se repite la misma gente en las fotos, lo que quiere decir que unos días quedan con unos, y otros días con otros (hasta los de Friends tenían más amigos, aunque no salieran casi nunca en los capítulos).
– Todo el mundo hace cosas más divertidas: lógicamente, si ponen fotos de algo, no va a ser de lo aburrido. Aunque hay algunos plastas que ya están empezando a hacerlo, en plan: “llevo 23 horas durmiendo”, o “estoy tan aburrido que voy a comerme la pantalla del ordenador” y cosas así. Lo que buscan es una llamada de teléfono o un whatsapp con cuatro letras: café?
– Todo el mundo está haciendo cosas mientras tú no puedes, y encima estás aislado, aburrido, solo… o todo a la vez: viajes, excursiones, cumpleaños, fiestas, cine, paseos en bicicleta, barbacoas, parques de atracciones… Todo esto te encontrarás al abrir facebook el día más aburrido del año, como podría ser un domingo de agosto, por ejemplo. Si lo piensas, puede ser que tú lleves un mes de vacaciones en la playa, con un tiempo estupendo y un montón de cosas divertidas que podrías hacer cada día. Y esa gente, es gente que se ha quedado en la ciudad, muerta de calor, trabajando o peor, encerrada en su casa con las persianas bajadas y el aire acondicionado a tope. Sin embargo, un día, un sólo día, van a montar a caballo, hacen un bizcocho de tres pisos, se encuentran con un amigo tuyo por la calle o ven una peli en el cine, y ya parece que estén viviendo el verano de sus vidas. Mientras, las personas que no ves en un timeline están igual que tú. Al día siguiente, otro grupo de “rodríguez” tendrá su momento divertido, subirán las fotos, las verás… y te entrarán todos los males otra vez. ¡Pero nunca son los mismos! ¿Ves?
– Todo el mundo debería tener un documento gráfico de lo que estoy haciendo: no, no seas bobo y disfuta el momento. En realidad a nadie le importa y, si alguien te ve, estarás contribuyendo a su infelicidad igual que ellos hicieron con la tuya. No grabes conciertos con tu móvil; tú y el de atrás os quedaréis como memos mirando la pantalla, cuando el escenario real está ahi, justo delante de vosotros. Y total, ¿para qué? ¿Acaso crees que se va a oír bien la grabación? ¿Vas a imprimir esas fotos oscuras, borrosas y llenas de humo y vas a hacer un póster? ¿Vas a editar tú los extras del DVD de la gira? Y ya puestos, tampoco hace falta que te lleves el móvil a la playa para fotografiarte los pies cada vez que te acerques al agua, ni que hagas una foto de cada cosa que te comas. De verdad, el mundo seguirá girando, y tus  amigos superarán la incertidumbre de no saber si hoy has tomado té Earl Grey con muffins de arándanos o un carrot cake con butter cream de naranja.

Ahora, ten en cuenta que ese “todo el mundo” son sólo tus 200 amigos de Facebook, los 300 que sigues en Twitter y los 80 de Instagram. En realidad, somos 7 000 000 000 en el mundo, unos pocos más.
Así que si quieres ser un poco más feliz:
Preocúpate de vivir y disfrutar lo que vivas.
No te deprimas si los demás se lo pasan mejor que tú, y trata de divertirte como ellos.
Y, sobre todo, si quieres que tus amigos se enteren de las cosas chulas que haces ¡llámalos y que se unan!

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Cinco razones por las que Love Actually me arruinó la vida

La película tiene un marcado positivismo, eso es obvio, pero no puedo dejar de preguntarme si sólo lo tiene porque queremos que lo tenga. Quiero decir, la Navidad, el amor, las relaciones que empiezan y en las que todo parece que va a salir bien… Pero todo eso, ¿acaso no está eclipsando a lo que sale mal?

1. Alan Rickman, Emma Thompson y los deslices que acaban con la vida que creías llevar

Vamos, no podemos obviar que esta historia resulta muy muy deprimente. Un matrimonio (ya entrado en años, por cierto), con dos críos de 9-10 años. La mujer es super amiga de Liam Neeson (que se acaba de quedar viudo), y resulta que es el marido el que decide tirarlo todo por la borda al querer liarse con la nueva secretaria, que lleva trabajando en la empresa como diez minutos, y tiene la cara más rara del mundo. ¡Venga ya!

Sin embargo, todos sabemos que esas cosas pasan, ¿verdad?

Y para colmo, está esa frase demoledora de Emma Thompson (Karen):

Karen:  Would you wait around to find out if it’s just a necklace or if it’s sex and a necklace or if, worst of all, it’s a necklace and love? Would you stay? Knowing life would always be a little bit worse? – Or would you cut and run?

Harry: Oh, God. I am so in the wrong. A classic fool.

Karen: Yes, but you’ve also made a fool out of me. You’ve made the life I lead foolish, too. 

Pdt.: Liam Neeson al final tampoco resulta ser una persona muy sensible, la verdad. Su personaje nos enseña que por muy devoto que sea tu esposo, no va a esperar ni dos meses para liarse con alguien parecido a Claudia Schiffer después de tu muerte (pero sólo porque tú se lo pediste).

 2. Sarah (Laura Linney), Karl (Rodrigo Santoro), y la inviabilidad de las relaciones «a distancia»

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Esta pareja lo tenía todo: los dos estaban «secretamente» enamorados el uno del otro, un primer baile lento super romántico, esa escena tan mona de cuando llegan a la casa de ella… Pero ella tiene que dedicarle mucho tiempo a su hermano, tienen que interrumpir la noche, y a partir de ahí son incapaces de sentarse y hablar de la situación en toda la película. ¿En serio? ¿No había ninguna forma de solucionar esto?

O sea, que estando más de tres años enamorados, y trabajando juntos (viéndose a diario, quiero decir), es imposible llevar adelante esta relación porque ella se va a ver al hermano de vez en cuando. Entonces, ¿qué esperanza queda a los que viven en ciudades diferentes o no pueden verse durante días por trabajo o lo que sea?

3. John y Judy, tan monos que… ¡puag!

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Esa relación tan inocente a pesar de las circunstancias en las que se conocen, una primera cita tan navideña, un primer beso tímido… Por favor, ¡cuánto daño! Luego las cosas no son así. Ni de lejos.

4. Juliet, Mark, y los capullos

Al principio de la película Juliet se casa con un tío que sólo aparece un par de veces más, y lo hace para demostrar que es bastante capullo. Sin embargo, su amigo Mark parece un buen tipo, aunque sea un poco simplón. Organiza sorpresas en la boda para que todo sea perfecto, intenta mantenerse alejado de Juliet porque es la novia de su mejor amigo… Mientras que del marido sólo sabemos que se habría liado con las strippers de la despedida si no hubieran sido travestis, y que es incapaz de mover el culo del sofá para escuchar a gente cantando villancicos (¡será malvado! ¿Qué clase de persona hace eso?).

Y encima Mark se declara con un «To me, you are perfect«.

Aun así, el capullo se queda con la chica. Esto también nos suena, ¿no?

5. All I want for Christmas is you. Sí, pero pide más cosas, por si acaso.

Creo que es lo que más vidas habrá arruinado de toda la película. Nos hicieron creer que la fórmula funcionaba, que no había más que decirlo, y hala, ya lo tenías. Pero claro, a estas alturas ya sabemos que la mayoría de las veces los Reyes Magos y Papá Noel no traen todo lo que habíamos pedido….

Y así podría seguir mucho más. Por ejemplo, la gente no se declara en tarjetas de Navidad (es más, ni siquiera las mandan, aunque tú sí les hayas enviado), no aprenden idiomas para poder hablar con el amor de su vida, ni buscan en todas las casas de su calle hasta dar con él (como mucho, buscan en Facebook). Aun así, y aunque por muchas razones esta película me haya arruinado la vida, una parte de mí seguirá creyendo fervientemente que el amor está en todas partes.

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