Por qué todavía es necesario el Día de la Mujer

Hace un par de años un compañero de trabajo me decía que no entendía por qué teníamos que celebrar el Día de la Mujer, ya que no celebrábamos «el día del hombre». Le respondí que ojalá en el futuro no tuviéramos que hacerlo, pero que actualmente era necesario para que, al menos durante un día, nos prestaran atención y pudiéramos decir bien alto las cosas que iban mal y que había que solucionar. Eso fue, como digo, hace dos años.

Parece mentira que en tan poco tiempo hayan cambiado tanto las cosas, al menos sobre el papel (o la pantalla). De pronto nos hemos vuelto todos tan «feministas» que arde Troya cada vez que alguien abre la boca para decir lo que sea. Literalmente lo que sea. IWD 2018 Web Banners_InFocus_ES

Hace unos días tuve la enorme suerte de asistir a unas charlas en las que uno de los ponentes era ciego y dijo algo que me marcó: «Las discapacidades no existen hasta que nosotros las creamos». O sea, que una persona ciega no es discapacitada hasta que pones obstáculos en su camino o productos que no puede identificar. Mira tú, lo mismo me ocurre con el lenguaje sexista que tanto está en nuestra boca todos los días. Señores míos, el lenguaje no es sexista: sexistas somos nosotros cuando utilizamos ese lenguaje para herir, insultar o menospreciar a alguien.

Escribir «tod@s», «alumnxs» y cosas por el estilo (en serio, ¿cómo se supone que hay que leer eso en voz alta?) no me ayuda en nada por la sencilla razón de que no me ofende en absoluto que me incluyan en el grupo de alumnos, compañeros o profesores. Me da igual. Sé perfectamente quién soy y no me hace mejor ni me facilita la vida que añadan un alumnas, un compañeras o profesoras, y mucho menos alumnxs, compañerxs o profesorxs. Eso no es necesario.

Lo que sí me facilitaría mucho la vida y me haría mucho más feliz es que al ir por la calle no se me acercase ningún baboso a soltarme cualquier guarrería, poder volver a mi casa por el camino que me diera la gana a la hora que me diera la gana, o poder vestirme como me plazca en cualquier momento (y no me refiero a ir con faldas cortas por la noche, que también, si no a no tener que maquillarme o disfrazarme de alguien que no soy para asistir a determinados sitios porque sea lo apropiado).

Hace un rato hablaba con un chico de 29 años de este tema y me decía que nos estamos volviendo todas locas y que ya no se puede hacer nada porque todo está mal visto. Vale. Pero ha rematado diciendo que si un hombre le decía a una mujer sic: «guapa, te voy a comer to el coño» por la calle, estaba en su derecho porque era libertad de expresión. 

¿Perdona? Como soy periodista, lo de la libertad de expresión es un tema que defiendo a muerte, pero una cosa es que puedas escribir, cantar o colgar lo que quieras en una pared, y otra que se lo grites a alguien en la calle:

  1. Invadiendo la intimidad de una persona a la que no conoces.
  2. Avergonzando a esa persona y haciéndole pasar un mal rato.
  3. Faltándole al respeto.

Vamos, que eres totalmente libre de poner en un cartel «guapa, te voy a comer to el coño», pero me importa básicamente una mierda lo que te quieras comer, así que a mí no me molestes.

Y ha continuado diciendo que nosotras éramos libres de defendernos si alguien nos decía o nos hacía algo que no nos gustase. ¿Por qué tengo que aprender a defenderme? Lo que tienes que hacer tú es no meterte conmigo. En mis 32 años nunca me ha seguido una mujer por la calle, nunca me ha intentado robar una mujer, y ninguna mujer me ha enseñado su vagina al pasar por un portal. Llámame loca, amigo mío, pero creo que el problema no es nuestro.

Hemos seguido sin ponernos de acuerdo, porque según él lo de que nos dé cosica pasar por sitios oscuros, volver solas de madrugada y cosas así es algo que está en nuestra cabeza. Debe ser, claro que sí. Tal vez porque no tenía ni trece años la primera vez que un tío me dijo una guarrada por la calle.

También puede que me haya dejado un poco de huella el hecho de que en una empresa en la que trabajaba antes como ejecutiva de cuentas me llevaran como azafata a una feria (a repartir flyers, vamos), o que jamás me dejasen entrar a ninguna reunión con mis clientes, a pesar de que mis compañeros (los chicos), sí que lo hacían.

En fin, amigos, amigas, lectores, lectoras, y lo que sea, vamos a dejar de quemar los cartuchos del feminismo con cosas superficiales, porque todo eso nos desvía de lo más importante. No necesitamos que incluyan el femenino en un discurso si no se nos tiene en cuenta en él. El hecho de que utilicemos una x en lugar de una o no va a librar a las mujeres de tener que llevar un burka, no va a hacer que podamos movernos libremente por cualquier parte del mundo, no va a hacer que ganemos el mismo sueldo por el mismo trabajo, no va a evitar que perdamos el empleo después de ser madres, no va a ayudar a esas mujeres que son utilizadas como meras fábricas de hijos (las vemos todos los días y nunca decimos nada). Así que vamos a dejarnos el lenguaje para cuando tengamos todo esto superado.

Mañana no haré la huelga para pedir protección por ser una mujer, sino respeto por ser una persona.

 

Deja un comentario

Archivado bajo Uncategorized

Deja un comentario